Peyita

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Editorial (PELLInside, edición 117)

Zapatos voladores

Fíjense ustedes que cuando nadie se lo esperaba, cuando la realidad diaria parecía una especie de expediente en el cajón del escritorio de un empleado municipal y amenazaba con no salirse jamás de su aburrido molde, cuando los parámetros de la normalidad no se desviaban ni un céntimo de sus valores habituales, aparece un fulano iraquí, de profesión periodista, arrojándole un zapato por la cabeza a Don George W, en una conferencia de prensa.
Debo reconocer que inicialmente no escuché la noticia, apenas la oí, ergo, relacioné lo que percibí con vivencias personales y chancletas arrojadas contra mi humanidad por mi vieja en alguna oportunidad que seguramente lo ameritaba. Ya que lo menciono, me viene a la mente algo que solía comentar «Coquita» cuando su padre, mi abuelo, le arrojara un sifón de soda, en uno de sus gaitas raptos, cuando ella era apenas una niña. Con el tiempo, los objetos arrojados fueron perdiendo peso, a Dios gracias…
Volviendo al tema del objeto-hostil-cuasi-misil arrojado contra el presi yanki, pensé: «No creo que esto sea una reyerta del tipo familiar, arrojar un zapato debe significar algo más trascendente que tirar una molotov o un par de kilitos de Trotyl», porque digamos la verdad, hay unos cuantos en el planeta que nos daríamos el gran gustazo, con total convencimiento, de tirarle algo al paladín de la tortura nortemaericana y si una oportunidad tuviéramos, nos aseguraríamos de que la cosa fuera efectiva. Dicho en criollo: «Si le tiro algo, que sea algo que lo haga desaparecer de una buena vez y para siempre».
Pues bien, luego de oir la noticia, puse atención y como ya pasó el momento, me puse a pescarla en otros canales. Finalmente, encontré uno donde muy amablemente aclararon que el arrojarle un zapato a alguien, dentro del ámbito musulmán, efectivamente es un insulto de proporciones.
Pero Bushito se lo merece. Días atrás, declaró muy suelto de cuerpo que su apreciación de las «peligrosísimas» armas iraquíes no era correcta. Solo basta imaginar estas palabras llegando a oidos de quienes han perdido a sus hijos, a su familia completa por las bombas asesinas, y terminar pensando que «todo se trató de un error». Una verdadera burla, plena de una crueldad imposible de describir. Así es este sujeto. Si habláramos del Bien y del Mal, su existencia sobre la Tierra, sus implicancias religiosas y culturales, no dudaría en ubicar a Bush en las filas del Mal…, y en una de las primeras filas, platea preferencial para más datos…
En fin… Zapatos arrojados, los zapatitos para Reyes, regalos y turrones a precios populares…
Nochebuena y Navidad se acercan aceleradamente y el 2008 pronto será sólamente un recuerdo.
Afuera el sol raja el asfalto, actor principal de un cielo celeste ideal. Dicen que éste será un verano tórrido y con pocas lluvias. Veremos…
Yo, por lo pronto, ya no digo «Ojalá que el año que viene nos depare…». Bla, bla, bla. Que sea lo que sea, es lo que nos va a tocar y así lo tendremos que vivir y resolver.
Pero, pensándolo bien, sí voy a pedir un deseo: «¡Más zapatos voladores para el 2009!»

Jorge Pelliza

17 diciembre, 2008 Posted by | Editoriales PELLInside | , , , , , , , , , | Deja un comentario

Editorial (PELLInside, edición 116)

Justicia en nuestras canchas

Cuando las papas parecen quemar, siempre aparece él. Y las papas quemaban porque Boca tenía que ganar su partido con Rácing, éste Rácing alicaido que tiene ratos de buen fútbol pero que no logra desprenderse de su casi natural estado errante. Promediando el segundo tiempo, Riquelme volvió a convertir (ya lo había hecho en el primer tiempo, de penal) y Boca pasó a ganar 2-1, resultado que sería definitivo. Sin embargo, el festejo del jugador dejó muchísimo que desear, porque no bien metió el derechazo que sentenció a Migliore se dirigió a la zona media de los palcos bajos (la tribunita que tiene la Bombonera cuya existencia se debe a que del otro lado está la vereda y no hay lugar para más) y señaló a un muchachito de aspecto agraciado y adolescente, profiriéndole insultos del tipo «Gritá ahora, la cachucha de tu hermana, la vagina de tu madre y la prostituta que te trajo al mundo». El chico de 15 años, se supo luego, se ilusionó con que el ídolo había ido hasta allí para dedicarle el gol pero no tardó mucho en darse cuenta de que la cosa no pintaba tan bien cuando varios co-palqueros se le arrojaron encima con claras intenciones de someterlo a empellones y eventuales golpes. La cosa no pasó a mayores aunque estuvo a un pelito de que así fuera. ¿Por qué esta actitud del ídolo boquense contra un espectador? Parece ser que éste le habría insinuado que Román es un pecho frío y que le habría pedido que ponga más actitud, que «esto es Boca» y que se ponga las pilas, en líneas generales.
Seguramente Riquelme habrá pensado «¿Pecho frío yo?» y de allí su enojo.
Ojo, que nadie dude que Román eligió bien al blanco de su contraataque. No era un grandote con aspecto de estibador portuario, porque esos suelen instalarse en otro lado y por lo general, los jugadores no se les plantan, no.
Este era un pibito que como todos los pibitos, se fue de boca y por poco más,
lo van de la Boca. Riquelme será todo lo que ustedes quieran, pero de boludo no tiene nada.
Millones de encuestas en los principales diarios argentinos aparecieron al día siguiente para que la gente votara si el jugador estuvo bien o no, si un espectador puede insultar o no, si Riquelme tiene coronita o no, etc.
Yo creo que Román estuvo muy mal. ¿Que hubiera pasado si la turba reaccionaba con exceso de violencia, arrojando al muchacho a las arenas romanas? Nada bueno, seguramente.
Es por ello que con gran tino, un fiscal cuyo nombre no viene al caso, presentó una denuncia contra el diez de Boca por incitar a la violencia. Y está muy bien que así sea, porque Riquelme es un profesional que debe saber comportarse ya que no es posible que se ofenda porque alguien lo llame pecho frío. De ser así, debería enojarse con varios millones de argentinos y eso no es posible, ¿verdad?
Más allá de lo eventual, este hecho deja traslucir que la Justicia Argentina está alerta a los mínimos detalles porque yo creo que nadie puede manifestarse en contra de que la justicia se muestre solícita a los hechos diarios de violencia y que actúe en consecuencia, con verdadero ánimo de prevenir peores sucesos en el futuro.
Insistimos con esto porque es muy importante, Desde
PELLInside aplaudimos la acción de la fiscalía de turno. Ya era hora de que los fiscales dejaran todas esas estupideces de perseguir violadores, chorros, secuestradores, asesinos y narcotraficantes para dedicarse finalmente a lo que los argentinos estamos demandando desde hace tiempo: Justicia en nuestras canchas.

Jorge Pelliza

4 diciembre, 2008 Posted by | Editoriales PELLInside | , , , , , , , , , | Deja un comentario

Editorial (PELLInside, edición 115)

Como solo un argentino puede hacerlo

Ni pienso en acudir al mataburros para escribir una definición académica de la palabra «hipocresía». No es que reniegue del diccionario como objeto que contiene definiciones fidedignas ya que es él, la televisión y nuestras madres a quienes les debemos todo lo que somos; sucede que hace tanto calor que la sola acción de tomar el libraco en cuestión ya me fastidia, nada más.
Por ello y atendiendo a la ecuación de Rolling, C = h / E (C: comodidad, h: Constante de Rolling y E: esfuerzo) es que acudo a mi fantástico sentido común para cubrir la carencia mencionada. Un detalle acerca de la ecuación de Rolling; obsérvese que en la medida que el esfuerzo E aumenta, la variable C de comodidad, disminuye, conforme h es una constante (no sufre modificaciones con el transcurrir del tiempo).
Dejando de lado el aspecto matemático de la cosa, veamos lo siguiente… Voy a asociar la palabra hipocresía con la acción humana de mentirse a uno mismo y hacer creer a los demás que uno es, hace o cree en algo cuando no es así. De no coincidir con la Real Academia Española, tómese esta definición como válida para lo que continúa en esta ignota columna.
¿Estamos haciendo Buenos Aires, querido Mauricio? ¿No era que estaba prohibido cobrar por estacionamiento en lugares públicos, ante la realización de algún evento por el que se paga una entrada y por ende, los impuestos correspondientes?
Ya ni hablemos de eventos pagos, conversemos un poquito sobre el paseo público en torno al Planetario de la Ciudad de Buenos Aires. Ir a tomar una poca de aire en ese maravilloso espacio que es de todos nosotros cuesta vil metal, parece ser. Porque no bien uno quiere «aparcar el carro» (demasiada MTV con «Enchúlame la máquina»), se aparece un señor con cierta vestimenta «oficial» que apenas saluda, nos corta un numerito de farmacia y nos dice «Son 3 pesitos, caballero». Mi impulso es preguntarle: «¿Y usted quien carajo es?», pero uno no va a Palermo a hacerse el justiciero, simplemente va para hinchar un poco las pelotas y tirarse panza arriba bajo un bendito árbol. Por eso no digo nada y pelo mi cómica billetera, garpando sumiso como solo un argentino puede hacerlo.
Y como uno se queda con la vena medio hinchada, termino preguntándome: ¿queda otra opción que pagar? Porque la solución sería discutir, negarse y quedarse al lado del auto ya que de no ser así, todos lo sabemos, aparecerán sobre alguna parte del mismo, rayones de distinto calibre que arreglarlos saldrá como pagar unos 200 estacionamientos del tipo ya descrito. ¿Qué hacer si además de todo eso, uno observa al patrullero de turno (los patrones del negocio) circular por allí para luego quedarse conversando con el «cobrador»? ¿Jugarla de Quijote? No, gracias. Dígame, estimado Jefe de Gobierno, que se debe hacer en estos casos… Tal vez la sugerencia sea la misma de siempre, la que hemos mamado (fea palabra y más fea frase) que es mirar para otro lado…
¿Qué diferencia habrá entre esta hipocresía y la otra, la del Gobierno Nacional cuando hace como que la cosa económica funciona con sus maravillosos dígitos y que alimentos y otras cuestiones de supervivencia permanecen con «apenas unos toquecitos insignificantes»? Creo que ninguna, al menos yo no observo nada para destacar.
Pero la vida es arriba tal cual es abajo. Y el «mentime que me gusta» tiene una razón de ser, seguramente. Nada es casual en este mundo, mucho menos los dirigentes que nos «tocan».
Fíjense ustedes con que ejemplo bobo armé esta columna. La releo y concuerdo con mi conciencia que ya es lo suficientemente larga como para empezar a aburrir.
Es que si tuviera que seguir con más ejemplos de este estilo, podría escribir un libro y, digamoslo así, escribiendo libros creo que mi performance sería peor que escribiendo columnas. Así que, a mirar para otro lado que por ahí, quien les dice, encontramos algo agradable que nos siga haciendo creer que realmente estamos haciendo la diferencia o lo que es lo mismo, que esta vez sí estamos haciendo Buenos Aires.

Jorge Pelliza

27 noviembre, 2008 Posted by | Editoriales PELLInside | , , , , , , , , , | Deja un comentario